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27 de mayo de 2013
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Socotra: Fuera de este mundo

Aunque no sea el lugar elegido por Sir Arthur Conan Doyl para ubicar su Mundo Perdido, la isla de Socotra bien podría ser la escenografía de una película ambientada lejos de este mundo tan actual.
Socotra: Fuera de este mundo
Socotra, increíble, pero real

Rodrigo Carretero

El pequeño archipiélago de Socotra (apenas 4 islas) se sitúa entre Somalia y Arabia, pertenece políticamente a Yemen, y se asemeja al de Galápagos en cuanto a su biodiversidad endémica. Un misterio, un prodigio de la naturaleza blindado al desarrollo humano. Al menos hasta ahora.

Para llegar a la homónima, principal y mayor isla, la única habitada, es necesario tomar un avión desde el aeropuerto yemení de Sana. Hay que tener en cuenta que de junio a septiembre, el mal tiempo provoca la cancelación de la mayoría de los vuelos, por lo que el turismo es una actividad todavía poco explotada.

Al aterrizar, apenas poner un pie en la isla, la sensación de haber traspasado las fronteras del espacio y el tiempo se empieza a sentir. La única ciudad, Ra’s Hulaf es más bien un pueblo grande, desordenado, alborotado por los puestos callejeros donde se mezcla todo y el regateo es ley, y el trueque su forma. Solo dos hoteles esperan a los aventureros, sin lujos, quien llega aquí no es gente que precise de ellos.

La mayoría de la población vive de una economía de auto sustento basada en la pesca, agricultura y ganadería de especies introducidas. En Socotra se habla el socotrí, curiosa mixtura entre el árabe yemení e influencias indias y africanas. No hay que preocuparse demasiado, todos entienden el idioma de las manos, los ojos y las sonrisas. Una de las particularidades para el deporte es que Socotra es uno de los mejores destinos para el buceo, debido a la excepcionalidad de sus paisajes sumergidos y fauna ictícola, caracterizada por la presencia de especies originarias del océano Índico y el mar Rojo.

En 2008, el archipiélago fue declarado Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO, gracias a su inestimable riqueza natural. Se calcula que la isla se separó de África durante el Plioceno. A partir de allí, el largo, casi perpetuo aislamiento, junto al clima de tipo desértico tropical, con pocas lluvias, han determinado la sobrevivencia de flora endémica de poco más de 300 especies.

Una de las más sorprendentes, se encuentra en los acantilados, al pie de las montañas. Es el lugar del “árbol de pepino”, Dendrosicyos Socotrana para los amigos. Se alzan majestuosos a 5 metros de altura, con su cuerpo gordo, sus ramas cortas y sin hojas, pero con unas flores y frutos tan bellos que disimulan al mínimo el detalle de su curiosa forma.

A medida que el terreno se eleva hacia las montañas del centro de la isla, la imagen que todos retratan se hace real. La dragonera de Socotra o Sangre de Dragón es el árbol mágico. Tiene su copa en forma de sombrillas. En sus gruesas ramas y hojas carnosas atrapa hasta la más mínima huella de humedad. Por su interior corre la sangre del dragón de los antiguos. Se dice que Alejandro conquistó la isla solo buscando este mágico remedio para las heridas de sus soldados. La sabia savia escapa de sus venas solo una vez al año y es muy apreciada, ya no como curadora, sino como resina y pigmento para colorear madera. No son estas las únicas sorpresas que aguardan tras el telón, pero sí los protagonistas principales.

En cuanto a su geografía y paisajes, que son las escenografías ideales para los actores arriba descriptos, Socotra goza de asombrosas vistas. El interior es de montañas altas, desfiladeros abruptos, y una gran grieta lo atraviesa. No hay pueblos, solo caseríos salpicados, como desparramos al azar. Hacia la costa se hallan las enormes dunas Ra’s Kadarma, frente a las aun más enormes cuevas donde habitan miles de murciélagos, el único mamífero natural de la isla. Al norte, un litoral de más de 70 kilómetros de playas vírgenes que conforman la imaginaria nada añorada por el hombre. Arenas blancas, aguas translúcidas y curiosos peces que se acercan confiados al extraterrestre humano. En el extremo oeste, continúan las arenas, que se hunden en el mar turquesa, de una temperatura media de 25 grados centígrados. Solo la brisa, algunas aves que pasan y vos.

Para que el libro, la película no lleguen a su fin, las actividades de subsistencia están regidas por normas tradicionales de conservación. La tala de árboles debe ser aprobada por los concejos de las aldeas, y la pesca con redes está prohibida en ciertas zonas. Dada la mención de la UNESCO, se han comenzado a realizar estudios de impacto ambiental y lograr formas de equilibrio entre el inevitable desarrollo humano y la imperiosa necesidad de conservación natural. El gobierno de Yemen tiene pensado declarar parques nacionales a las tierras más vulnerables y de mayor biodiversidad.

Tal como se mencionó al principio, no es sencillo llegar hasta Socotra. Hay que dejarse llevar, no solo por los aviones, también jugar con la imaginación. Tantas maravillas parecen posibles solo en mitos o leyendas. Quizás surgidas de la pluma de algún escritor de mundos perdidos, pero Socotra es tan real que pareciera estar fuera de este mundo.

 

Más información: www.yementourism.com


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