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17 de octubre de 2012
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Llora princesa y crearás el paraíso

Cuando Dios creó el mundo cometió algunos errores. El mayor y más hermoso de ellos fue crear un oasis en América. Huacachina deslumbra en su inmensa pequeñez, en la imposibilidad de su real existencia.
Llora princesa y crearás el paraíso
El Oasis de Huacachina, increíble, pero real

por Rodrigo Carretero

  Sabido es que los oasis, verdaderas islas inmersas en océanos de arena, son comunes en los desiertos de África y en menor medida en Asia, pero ¿en América del Sur?
  Para no romper el encanto de lo sorpresa, dejemos de lado la explicación científica sobre su origen y quedemos en la leyenda. Alguna vez vivió una princesa inca llamada Huacay China que perdió a su enamorado guerrero en batalla. Un día, la doncella vio a través de su espejo que un joven le estaba observando. Ella, en su intento por escapar soltó el espejo, que cayó y sus pedazos dieron origen a la laguna.  De sus vestidos, se formaron las dunas. Desesperada, Huacay se sumergió en la laguna que acababa de formarse y tomó la forma de una sirena.
  El tiempo pasó, las arenas sepultaron la historia, pero no la laguna que a principios de la década del 20 del siglo pasado comenzó a ser visitada por las clases altas peruanas debido a sus potenciales propiedades medicinales. Treinta años duró la época de oro de Huacachina, donde se construyeron hoteles, residencias y un pequeño pueblito de franja angosta alrededor de la laguna. Su malecón o costanera de veredas blancas está poblada con gran cantidad de palmeras, eucaliptos y huarangos (algarrobos) que contrastan con las tórridas dunas que la rodean.

Como llegar y que hacer

  El oasis y laguna de Huacachina se encuentran a escasos 5 kilómetros de la ciudad de Ica, al sur de Lima, capital de Perú. Cercanos también están Nazca y Arequipa, por lo que es más que recomendable incluir la zona en una vuelta por el agreste y maravilloso sur peruano.
  Desde Ica parten taxis que en no más de 10 minutos acercan el desierto al turista y la adrenalina se conjuga con la historia. Durante el breve recorrido, la inmensidad de las dunas sorprende y sus tonalidades acarameladas, variables de acuerdo a la posición del Sol, maravillan. En un par de minutos se llega a la subida de Huacachina y desde la parte alta se puede ver un hermoso e increíble paisaje. Al llegar, la laguna de aguas verdosas pareciera un espejismo, un paseo en bote confirma cuan real es la vida. Un mural retrata la leyenda junto a la construcción de estilo colonial y colorado del hotel Mossone (hay varias opciones de alojamiento en Huacachina). En los alrededores de la laguna abundan bares, restaurantes, y hasta discotecas.
  La principal actividad y atractivo es la práctica del sandboarding. Aunque en sus inicios (1990) fue solo considerado  solo como una divertida forma de entretenimiento, con los años y luego de los primeros campeonatos, sus verdaderos fanáticos las convirtieron en un deporte profesional. Para practicarlo sólo es necesaria una tabla especial y mucha adrenalina. En Huacachina los paseos en carros tubulares ayudan al ascenso de las dunas para luego si dejarse llevar por la velocidad. Sus cerros de arena están considerados entre los mejores del mundo debido a su redondez y durante todo el año se realizan competencias internacionales de este deporte, entre aficionados y profesionales.
  De vuelta en el poblado, al llegar el atardecer es recomendable situarse en la zona oeste de la laguna donde no hay ningún tipo de construcción y mirar el lado opuesto. La languidez del sol reflejada en las construcciones y rebotando en el agua configura un paisaje de ensueño.
  El Oasis de Huacachina es menos conocido que Machu Picchu, Cuzco, y el Lago Titicaca, pero conocerlo resulta imprescindible. Ofrece mucho más que arena, y eso ya es mucho decir del desierto. Los lugareños cuentan que existe una corvina encantada que suele asomarse en las noches de luna llena, que también hay una viejita que toca su cajita para aumentar el caudal del agua y es la explicación para ese extraño sonido de los cerros.
  Todo esto puede ser cuento, las palabras se las lleva el viento entre la arena. Mientras tanto Huachina permanece, tan real como nosotros, tan fantástico como su leyenda.

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