A 3.812 metros sobre el nivel del mar y a unos seis kilómetros de la ciudad peruana de Puno, el archipiélago flotante de islas de totora de los uros sorprende a quien se acerque a visitarlas. Se trata de una comunidad que vive literalmente sobre el agua, dejándose acunar por el lento movimiento de las aguas del Lago Titicaca.
Un pueblo de raíces ancestrales
El origen de la cultura de los uros se perdió en los laberintos de la historia. Algunos especialistas afirman que se trata de una de las más antiguas del continente. Algunos cronistas españoles, por ejemplo, registraron que en el momento del descubrimiento del Perú los uros estaban esparcidos por todo el altiplano peruano y boliviano, en toda la inmensa hoya que forman los lagos Titicaca, Poopó y Coipasa junto con el Salar de Uyuni. Otros estudiosos afirman que se instalaron originalmente en las márgenes del lago Uru-Uru –cerca de la ciudad de Oruro y en lo que actualmente es territorio boliviano– y que, luego, para huir del asedio de los conquistadores incas, se refugiaron en el lago Titicaca donde comenzaron a vivir en islas flotantes.
Los uros forman parte de un grupo étnico diferente de los aymaras y de los quechuas, con una piel mucho más oscura (ellos mismos dicen que llevan “sangre negra” en sus venas”, distintas costumbres y una lengua propia. Con el tiempo, fueron perdiendo la pureza étnica al mezclándose con los quechuas y con los aymaras, habitantes de las márgenes del Titicaca. Los habitantes actuales de las islas flotantes todavía practican algunas de sus tradiciones ancestrales, pero con significativa influencia aymara.
Las islas: ingeniería ecológica
Los uros construyen sus islas y casas con una planta llamada totora, que crece en grandes totorales en las orillas del lago. Es una planta macrófita cuyos tallos llegan a tener hasta una altura de seis metros. Sus raíces se van entretejiendo y, en determinadas épocas del año, se desprenden de tierra firme. Esos desprendimientos, que los urus denominan “khilis”, son las bases de las islas: se juntan varios de ellos y se los cubre con cañas de totora para darles más resistencia.
Cada isla está habitada por entre tres y diez familias uro, que construyen y techan sus casas con esteras de totora, si bien hay algunas que han reemplazado sus techos tradicionales por calamina.
Los uros mantienen la tradición de la pesca artesanal, especialmente del carachi y el pejerrey, así como la caza de aves silvestres. Los hombres son hábiles conductores de balsas de totora y las mujeres son expertas tejedoras. Son muy respetuosos del medio ambiente porque están convencidos de que su futuro depende de la conservación de los recursos naturales del lago.
El turismo y las artesanías, su forma de vida
Hoy, la comunidad de los uros cuenta con alrededor de 28 islas flotantes, dentro de las cuales solo un grupo es utilizado como zona de atractivo turístico y pueden ser visitadas. Entre las principales islas destacan Tupiri, Santa María, Tribuna, Toranipata, Chumi, Paraíso, Kapi, Titino, Tinajero y Negrone.
Para llegar hasta ellas, todos los días y en diferentes horarios parten lanchas desde el embarcadero de la ciudad de Puno (sobre el margen del lago Titicaca, a seis cuadras de la Plaza de Armas). La excursión dura entre una hora y media y tres.
En las islas, los uros ofrecen artesanías a los visitantes. Y en algunas de ellas es posible visitar el interior de las casas hechas de totora.
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