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07 de diciembre de 2012
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La ciudad libre de Christiania

Cerca de la Copenhague monumental, Christiania carece de grandes edificios, ahí lo interesante son la gente, su actividad cultural y su experiencia vital.
La ciudad libre de Christiania
Mural que da la bienvenida a Christiania

Texto: Armando Cerra  Fotos: Mónica Grimal
El atractivo turístico de Copenhague está fuera de toda duda. La pequeña escultura de la Sirenita de Andersen que irradia una atmósfera de cuento a toda la ciudad, el Tivoli abierto a mediados del siglo XIX y convertido en el parque de atracciones más antiguo del mundo, el entretenido paseo por el puerto nuevo conocido comoNyhavn, la colecciones artísticas de la Gliptoteca, los bares y terrazas donde degustar jarras de Carlsberg, cualquier avenida, calle o canal destila elegancia …  y sin embargo, la inmensa mayoría que llegan a la capital danesa desean conocer un lugar bien distinto, único por sus valores, su filosofía, su breve pero intensa historia y su apariencia: el barrio de Christiania.Arte callejero hecho con elementos reciclados
Cuando en el año 1971 un grupo de hippies ocupó los barracones militares abandonados en este barrio, poco hacía pensar aquel arrebato libertario perdurara durante cuarenta años y hoy fuera objeto de estudio en todo el mundo, y un lugar al que se dirigen visitantes de cualquier parte del planeta para responder a esa pregunta tan típica, pero ¿qué es Christiania?
La mejor definición que se puede encontrar es la que sus mismos habitantes hacen de ella “una ciudad libre”. Libre en el sentido de que sus normas, que las tiene, están al margen de las que rigen del resto del país, e incluso de la ciudad donde se integra, Copenhague.
Allí habitan una población que oscila en torno al millar de personas. Ninguna de ellas es propietaria de las casas donde habitan ni de los negocios en los que trabajan. Además cada individuo que vive en Christiania tiene que hacer diferentes tareas para el bien de toda la comunidad y puede participar en los organismos asamblearios de decisión.
Los impuestos y tasas que pagan al ayuntamiento de la ciudad son mínimos. Si a eso se le suma que dentro de Christiania está permitida la venta y el consumo de hachis y marihuana, nunca de drogas duras, no es de extrañar que a lo largo de su corta historia haya habido múltiples intentos de cerrar este espacio para la libertad, más aún teniendo en cuenta que el territorio que ocupan es relativamente céntrico en la capital de Dinamarca, y por lo tanto sería un buen filón para la especulación inmobiliaria.
Hasta el cartero va en bici por ChristianiaSin embargo, ya han pasado cuarenta de años de la ocupación ilegal de los terrenos y allí siguen, como un ente considerado como un “experimento social” por el propio gobierno danés. Lo cierto es que visitarlo es muy recomendable. Ahí se unen elementos de la contracultura y también personas excluidas socialmente. Conviven salas de conciertos reconocidas internacionalmente con escenas de marginalidad. Se da la mano el arte callejero transgresor con cíclicos episodios desagradables ligados a las drogas.
La inmensa mayoría de visitantes de Christiania no se aleja mucho de la famosa Pusher Street, donde se ven infinidad de graffitis, están los bares y salas de exposiciones más interesantes, donde se apiñan los vendedores de drogas y donde está terminantemente prohibido hacer fotos y correr, ya que los traficantes (conocidos como pushers) darán por hecho que les has robado y te perseguirán para apalearte.
Sin embargo, Christiania es más que esta calle. Un paseo por su interior permite ver las viviendas de sus vecinos, construidas por ellos mismos y cada una diferente, y es allí donde con suerte se puede establecer conversación con alguno de ellos y que nos cuente el día a día de esta peculiar comunidad, con sus ventajas, inconvenientes y contradicciones, que las tiene.Concierto en la sala Operaen
Ante todo, cuando se visita Christiania hay que hacerlo con el espíritu que proclaman sus habitantes, caminar con ojos de libertad, para comprobar que existen otras formas de vida más allá de las oficiales, diferentes pero válidas, que la libertad del individuo ha de ser un bien supremo siempre que no afecte a la libertad del vecino.
Si has estado alguna vez en Copenhague, comparte aquí tus experiencias con otros lectores.

 


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