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09 de noviembre de 2015
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El viajar es un placer (literario)

Sacar el pasaporte a la imaginación, a lugares que no existen, pero que han sido creados, habitados, aclamados y hasta visitados a lo largo de los siglos. Un viaje hacia donde nunca iremos.
El viajar es un placer (literario)
La Atlántida, un destino muy buscado

por Rodrigo Carretero

Dejarse llevar por las palabras de un libro que poco a poco va convirtiendo esos caracteres llamados letras en paisajes reales, donde siempre hay un Sol, un horizonte y la promesa de vivir eternas aventuras. Mucho más placentero es viajar con la imaginación, dejar el cuerpo en casa, llevar en la valija el corazón y la mente.

Hace un par de años Umberto Eco editó el libro “Historia de las tierras y los lugares legendarios”, donde relata, describe y hasta da por casi cierta la existencia de cientos de lugares donde el hombre ha creado sus propias vivencias, aquellas imposibles de realizar en este plano donde nos toca transcurrir. Allí Eco propone un viaje ilustrado por aquellos espacios de la cultura trashumante de todos los tiempos, recorridos por aquellas tierras y lugares desconocidos que, ahora o en el pasado, han creado quimeras, utopías e ilusiones. Algunos de estos sitios son la Atlántida, Lemuria, las tierras de la reina de Saba, el reino del Preste Juan, las Islas Afortunadas, El Dorado, la última Thule, Hiperbórea y el país de las Hespérides, el país de Jauja, las islas de la utopía, la isla de Salomón, y hasta el misterioso reino subterráneo de Agartha.

Quizás el más famoso de estos lugares  de lo que pretendemos su existencia para nuestras vacaciones sea la Atlántida. En el folleto de la agencia de viajes debería contarnos que se trata de una isla de grandes dimensiones,  casi  un continente, tal vez ubicada en el Mediterráneo, o tal vez en pleno Océano Atlántico. Que el viajero podrá encontrar que sus habitantes poseen una tecnología y cultura muy superior a la del turista y desde la isla hacer conexiones rápidas hacia Egipto o a las mismísimas pirámides mayas de Yucatán. Se pueden realizar excursiones lacustres por sus anillos que rodean las islas circulares y en el centro de la ciudad conocer el imponente templo de Poseidón. El tiempo necesario para conocer la Atlántida deber el suficiente como para poder irse antes que el gran cataclismo la sumerja para siempre en las profundidades del mar y la memoria. Sin embargo sí lo que interesa es el turismo natural, deberían recomendarnos un viaje a Lemuria. Este otro gran continente escondido en el Índico, entre África y la India  que custodia el secreto de los lémures. Científicos franceses del siglo XIX dieron por cierta su existencia y con ello la explicación de la migración de estos simpáticos animales. Una excursión por Lemuria permitiría descubrir su origen y hasta re encontrarse con las huellas de los primeros hombres. Que la imposibilidad de de la existencia de Lemuria debido al movimiento de las placas tectónicas sea algo comprobado no hace más que acrecentar la curiosidad por conocerla. Y si cada océano tiene su súper continente, el Pacifico nos invita a descubrir Mu. Su conceptualización y bautismo fueron obra del escritor y viajero del siglo XIX Augusto Le Plongeon, quien afirmó que varias civilizaciones antiguas, como las de Egipto y Mesoamérica, fueron creadas por refugiados de Mu. El viaje a Mu tendría una temática decididamente histórica cultural y hasta podríamos seguir las huellas húmedas del Corto Maltes, quien junto a Rasputín se animaron a las  profundidades buscando la tierra que esconde el origen de la humanidad. Retornando a tierra firme, no sería difícil llegarse hasta las tierras de la reina de Saba, el problema radica en hallar su ubicación exacta en el GPS. La incertidumbre está en estrecha relación con el prestigio nacional de ciertos países, entre ellos, Etiopía, Sudán, Egipto, y hasta Irán. Si se llegará a destino, un país de inconmensurable riqueza, consecuencia del comercio de mercaderías hasta los confines del mundo,  sorprendería al viajero. La mejor guía al turista para visitar el Reino de Saba es el Antiguo Testamento.  No muy lejano, dependiendo de hacia dónde nos dirijamos, las fronteras imaginarias concluyen en las tierras del Preste Juan.  Durante el Medioevo su existencia era tenida por bien real y los europeos lo buscaron con gran dedicación en los confines de Asia, India y más tarde, Etiopía (cualquier similitud con Saba…). Allí, el Preste Juan gobernaba a un grupo de devotos cristianos, aislados y rodeados de paganos y sarracenos. Este reino representaba un símbolo de la universalidad de la Iglesia,  ciertas tradiciones cristianas ubican a los Reyes Magos como procedentes de aquí mismo y donde se encontraría el Santo Grial. Indiana Jones sería nuestro guía turístico perfecto para toda esta parte del periplo.

Umberto Eco demuestra en su extenso libro como desde los albores de la humanidad nos hemos empeñado en que más allá del horizonte se esconden tierras mucho más maravillosas que estás que la vida nos ha legado para transitarla. Es en la Edad Media donde se produce la mayor expansión de los descubrimientos imaginarios, mucho debido a la religión y sus propias leyendas y otro tanto a los pequeños, pero decisivos avances que se iban dando, lo que permitió que muchos aventureros se animasen más allá del Finisterre o las columnas de Hércules. De allí a los grandes viajes de exploración del siglo XV y el posterior “descubrimiento” de América hay tan solo un paso. Y sería este continente el que albergaría nuevos reinos, El Dorado es quizás el más conocido, la excusa perfecta para la expansión territorial española en la América del Sur.

Otros autores nos incitan a viajar más allá. El caso de “Viajes a varias remotas naciones del Mundo, su autoría solo se asigna a Lemuel Gulliver, siendo al principio un cirujano, y luego un capitán de diversos barcos” o más sencillo, los Viajes de Gulliver del británico Johnatan Swift. Tan maravilloso es el periplo encarado por el personaje que, además de conocer nuevas latitudes, afecta a la persona, ya sea en sus formas, su psiquis, el mismo entendimiento de un mundo totalmente tergiversado. Jules Verne fue el gran viajero de la literatura fantástica. Cualquiera de sus relatos es un gran viaje por mundos que quisiéramos encontrar, disfrutar, afrontar tanto sus peligros como maravillarnos con sus bellezas sobre naturales. No hay sitio en este planeta donde no se hallen mundos fantásticos. En los confines helados de la Antártida, el joven Athur Gordon Pym va encontrando lugares que escapan a lo posible, tan solo reales en Edgar A. Poe. Para finalizar, Marco Polo o Charles Darwin describieron en sus relatos, lugares, sitios, reinos, animales que parecían imposibles en la Europa de su época, pero que finalizaron con el sueño de lo imposible, de un universo plagado de realismo mágico dentro de nuestro propio y tan real planeta Tierra.

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