por Rodrigo Carretero
Germinación
Ubicados entre las localidades de Lisse e Hillegom, los terrenos donde actualmente se asienta el parque, durante el siglo XV, pertenecieron a Jacoba de Baviera. En uno de sus tantos paseos por sus posesiones, esta identificó y rememoró el olor de las hierbas y especias con la cocina de su palacio. De allí el nombre del parque, Keukenhof, “Jardín de la cocina”. Pasaron los años y los sucesivos dueños. En 1840, retratistas dejaron plasmada en el lienzo la belleza del lugar, tomando como referencia la influencia del estilo inglés, utilizaron las flores como elemento esencial del diseño. Ya en 1949 un grupo de horticultores consiguió la cesión de los terrenos y poco a poco, fue germinando la idea del parque.
Crecimiento
Desde un modesto escaparate comercial hasta hoy, el parque se ha convertido en uno de los rincones más espectaculares de Europa, para muchos el “Jardín de Europa” y uno de los principales sitios turísticos de Holanda con una media de 800 mil visitantes anuales. Debido a la estacionalidad de su tesoro, Keukenhof permanece abierto tan solo alrededor de 120 días, entre marzo y mayo, fecha en que los bulbos crecen y florecen. Todo depende de la naturaleza, si el arranque de la primavera es frío, las flores se resistirán a abrirse. Para tratar de evitarlo, durante el resto del año, se trabaja mucho en las tareas de mantenimiento, cuidado del suelo, rediseño y plantación de los siete millones de bulbos en las 32 hectáreas del parque, a tan solo 40 kilómetros al sur de Ámsterdam.
Cada año es diferente. Cada temporada el jardín se renueva. Al terminar la muestra anual, ya se está trabajando para la próxima. Con temáticas definidas, los especialistas comienzan a diseñar sus perfiles, a dibujar nuevos senderos y macizos de flores. Imaginan, buscan en el secreto de la flor, las mejores combinaciones entre armonía, color, aromas y sorpresas.
Entre los campos de primavera eterna, fuentes, lagos y esculturas salpican el paisaje a lo largo de los 15 kilómetros de caminos. Se conservan árboles centenarios y un molino que retrotrae al inconsciente imaginario de un Rembrant inspirado. El parque está subdividido en cuatro grandes zonas que toman nombres de la familia real holandesa de los Oranje: Pabellón Oranje Nassau, Pabellón Willem Alexander, Pabellón Reina Beatriz y el Pabellón Reina Juliana. Cada uno de ellos alberga las diferentes propuestas que cada año conforman la muestra. Uno de los lugares preferidos de los visitantes son los Jardines de inspiración, creados para todos lo que quieran crear su propio jardín. Allí es posible adquirir todo lo necesario, documentales, guías, semillas y herramientas esperan al novel floricultor para dar rienda suelta al color.
Florecimiento
Auténticos ríos, mares de flores, los protagonistas absolutos son los bulbos de floración primaveral. De entre ellos se destacan los tulipanes, hay cerca de 5.000 variedades de hasta cien colores diferentes, algunos singulares: cadmio, naranja, violeta, blanco, rojo sangre, amarillo, magenta, variegados (producto de un virus). Se pueden admirar los “Rembrandt”, los “Darwin”, “Mosella” y “Papagayo”, con sus bordes de pétalos encrespados. Curioso es que el tulipán es originario del Asia Menor. La leyenda cuenta que los turcos domesticaron la especie y embellecieron los jardines de Estambul. De allí pasaron a Viena, en 1544 y fue el botánico Carolus Clusius, quien trasladó en 1593 a Holanda una colección de bulbos como si de un tesoro se tratara. Cuidó y cultivó con celo su preciado secreto, pero una noche su jardín fue asaltado en busca de los preciados bulbos. A partir de allí, la flor se expandió por toda la zona y se desató la fiebre del tulipán. Una simple flor, sin olor, sin aplicación medicinal alguna, se convirtió en símbolo del lujo. Como la belleza de la mujer, la hermosura del tulipán es capaz de derretir de admiración de hasta al más duro de los hombres.
Para el año que viene, la muestra estará dedicada a su propio país, Holanda, por lo que se espera que las flores salgan al mundo con el orgullo de mostrarse más hermosas y coloridas que nunca.
Cómo llegar
La manera más fácil de llegar al Parque Keukenhof es desde Ámsterdam. Es posible adquirir un billete combinado “todo incluido” de la compañía Connexxion. Este paquete incluye el trayecto en autobús desde el centro de la ciudad o desde el aeropuerto de Schiphol, y la entrada al parque. Los billetes pueden adquirirse en las oficinas de información y turismo situadas en Stationsplein y Leidseplein. Es conveniente esta modalidad, ya que evita hacer las largas colas colar que se forman para comprar las entradas una vez que llegue al parque. Otra alternativa, más romántica, consiste en alojarse en Zandvoort, Noordwijk o Leida y llegar a Keukenhof en bicicleta. La travesía transcurre a través de los inabarcables campos de tulipanes. Una postal que se llevará para siempre en el recuerdo de los sentidos.
Info: http://www.keukenhof.nl
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