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11 de octubre de 2013
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Navegar las aguas del corazón americano

Fuera de los límites del ancho mar, hay un crucero que desafía el clasicismo y honra a la naturaleza. Remontar hacia el norte el río Paraguay desde Asunción hasta el Pantanal, las puertas del Mato Grosso brasilero es la propuesta de este viaje diferente.
Navegar las aguas del corazón americano
Un crucero por el corazón de América

Por Rodrigo Carretero

  Paraguay no es un destino turístico al que se tenga muy en cuenta a la hora de planificar las próximas vacaciones. Varias quizás son las razones para elegir otros destinos, pero el país guaraní esconde en su interior mucho y nunca es tarde para descubrir su historia y su naturaleza, en grandes sectores, todavía virgen.
  El punto de partida obligado es su capital, Asunción. A su aeropuerto internacional llegan varias aerolíneas con conexiones a ciudades de Argentina, Brasil o Chile. En cuanto al alojamiento, es posible acomodarse en hoteles 5 estrellas de cadenas internacionales, hasta hostels de rústica comodidad, queda en el pasajero la elección. Antes de emprender el viaje hacia el interior, resulta muy interesante quedarse un par de días en la ciudad para conocer sus atractivos. Entre ellos, figuran como ineludibles sitios históricos como la Estación Ferroviaria, la Manzana de Rivera, el Panteón de los Héroes, la Casa de la Independencia, la Catedral o el Palacio de Gobierno. Recorrer las calles de Asunción es descubrir la esencia latinoamericana en una de sus mayores expresiones y ver en los rostros de su gente, como con el correr de los años y las generaciones, poco a poco las cicatrices de tantas penurias van dejando lugar a amplias sonrisas.
  Ya ambientados al calor y la humedad, es tiempo de dirigirse al puerto para emprender la aventura de ir contra la corriente y adentrarse en el interior de un país que seduce por sus misterios y la promesa de llegar hasta el mismísimo pantanal, donde la naturaleza explota en mil formas y colores. El medio de transporte será el crucero “Paraguay”, equipado con 25 camarotes y 2 suites distribuidos en cinco niveles y todos con vista exterior. Para que la travesía sea de lo más placentera, el cheff se esmerará en preparar platos internacionales y comidas típicas de los lugares que se visitan, y en la terraza del buque, una pileta se convierte en el lugar ideal para disfrutar del aire libre, tomar cócteles durante el atardecer, apreciar la navegación o tomar fotos.

La travesía

  Poco a poco, el crucero toma rumbo al norte, el puerto queda atrás, la selva se va adueñando del paisaje. La travesía recrea el mismo viaje que hace más de 400 años, hicieron los conquistadores españoles, cuando se adentraban en territorios inexplorados en la infructuosa búsqueda de oro y riquezas. Hoy, algo ha cambiado, no mucho, el oro sigue sin aparecer. Pronto, pareciera que la soledad se adueña del paisaje. Una soledad que no es tal. Un buen observador podrá darse cuenta, a simple vista o con la ayuda de binoculares, que la vida natural desborda las márgenes el ancho y lento río. Durante el trayecto, en el amplio salón de actos del buque, se brindan conferencias sobre las dos eco-regiones del Pantanal y el Chaco y al momento de llegar a los lugares de interés, se desembarca para realizar algunas excursiones en tierra firme y evidenciar lo antes visto en la pantalla.
  El viaje dura 6 días, y durante el trayecto, más allá de la vida a bordo, digna del mejor crucero, los paseos por la selva son el plato fuerte. Uno de los puntos altos de la excursión es la llegada a una estancia, cercana a Puerto Murtinho, en territorio brasilero. Allí se realizan caminatas por senderos marcados por los animales y safaris fotográficos. Al día siguiente, el Pantanal da la bienvenida. Considerado el mayor humedal del mundo, el Pantanal es una indómita llanura aluvial que hace las veces de herencia de un antiguo mar interior llamado Xaraés, que se secara hace 65 millones de años. Hoy es santuario de una ilimitada cantidad de animales, descubrir y admirar la mayor cantidad posible es el desafío. Los atardeceres son retratos de la presencia de Dios.
  Este no es el crucero del amor, es el de la vida, donde se aprende a conocer la selva, a valorar a los habitantes originarios, a respetar a la naturaleza. Es navegar junto a la experiencia de sentirnos más humanos, más cercanos a valores olvidados, sin descuidar el placer de la excitante vida a bordo de fiestas y bailes.

Paraguay. Lujo y rusticidad. Naturaleza y servicios. Fantasía y realidad. Muchas son las combinaciones que ofrece este crucero por el río que origina el mar.  Un país catalogado en turismo como destino exótico y del que poco se sabe. Si la intriga no es el principal atractivo para descubrirlo, entonces, mejor olvidarse de que estamos vivos.

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