Por Ignacio Stábile
No es novedad: Italia está considerada, a nivel mundial, como el país con mayor concentración de monumentos, obras de arte y áreas patrimoniales en el mundo.
Un exponente de ésta aglomeración cultural está representado por la región denominada Cinque Terre (en italiano, “cinco tierras”) en la provincia de La Spezzia, Liguria.
Los cinco pueblos o tierras que conforman este tradicional corredor sobre el mar Mediterráneo son, de norte a sur, Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore.
Tomando la carretera denominada Strada Provinciale delle Cinque Terre, se accede al sinuoso camino que conecta las cinco localidades que se desarrollan en una particular área geográfica que combina montañas de hasta casi 800 metros de altura, pendientes aterrazadas que sirven en la actualidad para diversos tipos de cultivos, acantilados, playas tranquilas, junto a los pintorescos pueblos mencionados.
Todo esto dentro del área del Parque Nacional de las Cinco Tierras, creado en 1999, que sirve de protección a la variada fauna y flora (tanto del mar como la que se encuentra en las montañas) y busca generar conciencia en cuanto a la armonía entre el hombre y el entorno natural, región que queda enmarcada entre Punta Mesco y Punta de Montenero.
Dos años antes, en 1997, las Cinque Terre, junto con Portovenere y las islas de Palmaria, Tino y Tinetto, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO
Para llegar a la región se puede tomar alguno de los trenes que unen Génova con Pisa y pasan con frecuencia por la estación de La Spezzia. También a ambas ciudades llegan vuelos de manera regular.
Los pueblos protegidos del circuito de Cinque Terre datan del Medioevo: monasterios, iglesias, diminutas calles y edificios que parecen colgar de los paredones rocosos se mezclan con el Mediterráneo, en una relación que ya lleva casi 1000 años (teniendo en cuenta que el nombre de Monterosso al Mare aparece en documentos que datan del año 1056).
La escarpada orografía de esta zona de Liguria ha originado pequeñas ensenadas y golfos naturales que sirven de protección a las “tierras”, como el caso de la pintoresca Vernazza.
De las cinco poblaciones, solo Corniglia no se encuentra sobre el mar, sino sobre un promontorio que permite notables vistas marítimas, además de estar rodeado de terrazas donde se cultiva la vid.
Más allá del impactante marco paisajístico, aquellos interesados en la historia y el arte pueden acercarse a algunos de los sitios históricos que poseen las Cinque Terre, como es el caso de la Iglesia de San Juan Bautista en Monterosso al Mare, que data del siglo XIV, o los notables edificios que denotan el pasado medieval de esplendor de Vernazza, destacándose entre edificios residenciales y religiosos la Iglesia de Santa Margarita de Antioquía, un templo de estilo románico genovés que data del siglo XIII.
Varios de los palacetes, fortificaciones y casas señoriales que se encuentran en la ribera marítima se asocian a la época dorada de Génova como una de las principales ciudades que dominaron el comercio de la cuenca del Mediterráneo. Manarola es uno de esos ejemplos: las denominadas “casas-torres” conforman un abigarrado conjunto arquitectónico que parece a punto de precipitarse en el mar.
La combinación del mar y la montaña en Cinque Terre permite, por otro lado, una variada oferta de senderismo, tanto en el nivel de la costa, como también en la parte alta que atraviesa la autopista regional.
Y si de estar en Italia se trata, al fin y al cabo, nada como disfrutar de una típica comida de Liguria, en base a productos locales tras una completa visita a este tradicional circuito peninsular.
Destacan, por razones obvias, los productos de mar: pulpo, mejillones, calamares, anchoas que pueden degustarse junto a la gran variedad de verduras que crecen en las terrazas naturales aledañas a las poblaciones, además de degustar una buena copa de algunas de las variedades de vino blanco que se producen aquí: el homónimo Cinque Terre y el Sciacchietrà, para dejarse llevar por la vista única de algunas de las “tierras” que se confunden con el Mediterráneo e invitan, una vez más, a entender el apodo que los italianos le dan a su país: el “Bel Paese”
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