por Rodrigo Carretero
Aunque una vista aérea de la isla pareciera ser suficiente para haberla bautizado Elefante: hacia el oeste una gran punta se despega de la triangular forma terrena, semejando una cabeza paquiderma de perfil, nada más alejado de su nombramiento real, que aconteció en 1821, dada la abundante presencia de elefantes marinos en sus costas. Así de misteriosa y confusa es la isla Elefante, que con tan solo 47 kilómetros de largo y otros 27 de ancho, se ubica lejos de todo: 1253 kilómetros al sudoeste de la islas Georgias del Sur, a 953 km al sur de las islas Malvinas y a 885 km al suroeste del cabo de Hornos. En realidad se trata de una isla más del archipiélago de las islas Shetland del Sur, al norte de la península Antártica. Su superficie se encuentra cubierta de glaciares y hoy ya no abundan los grandes mamíferos marinos, tan solo pueden encontrarse pingüinos papúa antárticos focas y lobos marinos, consecuencia de la depredación y cacería humanas. El clima tampoco atrae demasiado: lluvia, nieve, y vientos que pueden alcanzar los 160 km/h. Sus costas son abruptas, hacen difícil el desembarcar, no hay asentamiento humano permanente. El único país que posee un refugio de verano es Brasil, sobre la costa norte. La isla forma parte del Tratado Antártico y es reclamada por Argentina, Chile y el Reino Unido.
Así descripta pareciera llamar solo la atención de expediciones científicas, alejada del interés turístico, pero en sus tierras congeladas esconde algo más…
La isla fue descubierta en 1820 por el explorador británico Edward Bransfield, un año más tarde, llegó el ballenero compatriota George Powell, quien la nombró y colocó en los mapas del sur. Pasado casi un siglo de pocas visitas, finalmente, hablar de esta isla obliga a nombrar a Ernest Shackleton. En 1916, este expedicionario inglés sufrió la pérdida del Endurance, que formaba parte de la Expedición Imperial Trans-Antártica. Para salvarse, a los marinos no les quedó más alternativa que comenzar una peligrosa travesía en un bote abierto por el Atlántico Sur. Durante varios meses la deriva los empujó hacia el norte, arribando a duras penas a la lejana e inaccesible Isla Elefante. Una vez allí y dada la desolación del terreno, la falta de animales para el suficiente sustento y el frió que calaba profundo en los cuerpos, Shackleton comprendió que el medio más eficaz para salvar a sus hombres y a él mismo, era que un grupo se embarcarse de nuevo en dirección a las islas Georgias del Sur, distantes 1.500 km y regresar con un barco de rescate para los desafortunados náufragos. El 24 de abril de1916, en una de las hazañas más grandes de la historia de la navegación a vela, el grupo zarpó, llegando a destino casi dos semanas después. En la Isla Elefante quedó el resto de la tripulación a la espera del que parecía un improbable regreso en su rescate. Fueron cuatro los intentos antes de lograr el objetivo. La barrera de hielo circundante a la isla de unos 100 kilómetros hacía imposible el acceder a las costas. El primer intento de rescate lo efectuó el buque ballenero Cielo del Sur. El segundo fallido contó con la colaboración del gobierno de Uruguay. Un tercer intento, ya desesperado, mediante la goleta Emma resultó nuevamente infructuoso debido a la barrera de hielo. Finalmente, el 30 de agosto de 1916, el piloto chileno Luis Pardo Villalón logró finalmente llegar a tierra firme y rescatar a la tripulación del Endurance. Esto sucedió en la llamada Punta Wild, en honor a Frank Wild, líder del grupo de náufragos que quedaron a la espera de cuatro meses hasta ser rescatados. Hoy, en este sitio histórico se levanta un monolito y busto del capitán Villalón. Ya durante el siglo XX se han realizado trabajos de rescate y búsqueda de elementos correspondientes a la fallida expedición encontrándose algunos de los negativos fotográficos congelados que dan testimonio de esta epopeya y son valiosa muestra de las imágenes de la Antártida de hace un siglo. Revelar estas placas, que estaban pegadas entre sí, ha costado más de un año de trabajo. Se han conseguido rescatar 22 imágenes, que fueron presentadas a finales de año 2013.
Pasado el tiempo de las grandes expediciones, llegado el momento de los viajes en crucero, es posible acercarse a conocer esta isla Elefante en una tranquila travesía de 19 días que parte desde el puerto de Ushuaia y se visitan las islas Malvinas, Puerto Argentino, Islas Georgia del Sur, Isla Elefante, Pasaje de Drake, y regreso al punto de partida. Un viaje para quienes deseen revivir desde el confort de un crucero, las aventuras, los peligros, las desdichas y la gloria de aquellos hombres que se aventuraban hacia el interior de un horizonte blanco que esconde mucho más de lo que imaginamos.
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