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22 de mayo de 2008
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Caminar para cambiar el mundo

A pie y con un cochecito como única compañía, el canadiense Jean Béliveau inició un viaje en el que visitará todos los continentes con el objetivo de pedir por la paz para todos los niños del Planeta.
Caminar para cambiar el mundo

¿La idea del viaje surgió como un desafío personal o tu principal motivación fue desde un inicio promover la paz en beneficio de los niños del mundo?

La idea vino de adentro o, tal vez, al final de una depresión… la crisis de la mitad de la vida. Un día, estaba entrenando y, mientras corría, pensé: ¿en cuantos días podría llegar a Nueva York y luego a México y por qué no más…? De regreso a casa, hice un plano sobre el mapa del mundo. En ese momento, pensé: “sí, yo puedo”. Al principio no fue tanto por la paz de los niños, sino como una forma de escaparme. Luego, Luce, mi esposa, me incentivó para sumarle un mensaje a mi viaje. Y así nació la www.wwwalk.org.

¿Cómo recibió tu familia tu idea? ¿Trataron de disuadirte o te dieron todo su apoyo?

Con muchas emociones, pero bien positivas. Nunca sentí ni un solo pequeño malestar en contra de la decisión. Al contrario, todos han tomado el proyecto como realizable.

¿Cómo definiste el itinerario y la duración del viaje?

Definí el trayecto como un soñador ingenioso. Para mí, cruzar el mundo significaba atravesar los cinco continentes habitados. Después, hice la estimación de los kilómetros e imaginé el tiempo que me llevaría cubrirlos. Y eso me dio como resultado unos diez años o más.

¿Por qué trazaste una meta tan ambiciosa en cuanto a duración y distancia? ¿Alguna vez te dio miedo no poder llegar a cumplirla?

Completar este viaje es para mí es una cuestión de vida o de perder mi dignidad. Preferiría ser comido por los leones que por la sociedad. Y si bien desde el principio de la idea hasta ahora ha habido tiempos difíciles, casi nunca he tenido dudas de no poder cumplir con este sueño.

Jean durante su viaje. (clickear en la imagen para agrandarla)Hay gente que recorre o recorrió el mundo en globo, a caballo, en moto, en auto, en bicicleta… ¿por qué elegiste hacerlo a pie y no con otra modalidad?

No me gusta la mecánica –por lo que quedaban descartados los autos, motos o bicis– y soy alérgico a los caballos. En cambio, me gusta mucho el esquí y, antes, corría mucho. La verdad es que pensé: “Tenemos una maravillosa mecánica humana y perdimos el sentido de usarla para hacer gran cosas”.

El tema del calzado no es, por supuesto, algo menor en tu travesía. ¿Qué características tiene el que utilizas? ¿Es especial? ¿Cada cuándo debes reponerlo?

La mayor parte de mis zapatos me los regala la gente a lo largo del camino. Así que cuando tengo un nuevo par, soy tan feliz que no me preocupo si están adaptados a la estación o al tipo de camino. Ahora voy por el 37 desde la partida, eso da un promedio de 1.300 km por cada par, más o menos. Mi problema es que calzo número 46 y no siempre es fácil conseguirlos, sobre todo en la mayor parte de África y la India. En Addis Abeba, por ejemplo, compre un 45 y corté la extremidad para dejar los dedos del pie libres. De ese modo, pude caminar sonriente.

Jean en Alemania. (clickear en la imagen para agrandarla)¿Cómo te preparaste para la travesía? ¿Hiciste algún tipo de entrenamiento físico antes de partir?

Me preparé muy bien en lo que hace al entrenamiento y a nivel mental. En cuanto al equipo… no preparé nada. Compré mi carrito y una tienda de campana la mañana antes de salir, puse mis cosas adentro y partí. No estaba bien preparado, aunque sí muy decidido.

¿Cómo se financia el viaje? ¿Con ahorros, apoyo económico de empresas o de la gente que te cruzas en el camino?

Tenía unos 3.000 dólares ahorrados, muy poco para un viaje de 12 años. En Estados Unidos la gente me ayudó mucho. Y siempre hay alguien dispuesto a ayudarme. El 80% del apoyo –comida, alojamiento, servicios de salud, equipamiento– va surgiendo en el camino, el resto corre por mi cuenta y la de mi familia.

¿Por qué elegiste un carrito de bebé para llevar tu equipaje en lugar de alguna otra opción, como un carrito de golf o uno de supermercado?

Dibujé carritos que podía tirar o empujar. Llegué a pensar, incluso, en una mochila. Después vi este modelo de cochecito llamado “Chariot” y lo compre. Fue una muy buena decisión.

Jean en Alemania. (clickear en la imagen para agrandarla)De los países que visitaste, ¿de cuál guardas el mejor recuerdo? ¿Y el peor?

Es una gran pregunta. Sobre todo porque todos los lugares del globo tiene su propia personalidad. Además, prefiero hablar de regiones antes que países. Me impresionaron Louisiana, Chiapas, Guatemala, los Andes, el Desierto de Atacama, Mozambique, el país de los Massai (en Tanzania), el norte de Sosan, la Kabila en Argelia, algunos países del este europeo, Irán, el estado de Assam en India. Uno vive un permanente choque cultural y en algunos lugares las asimilaciones son más difíciles, pero después llega siempre la parte linda. Como en Etiopía, por ejemplo, donde fue duro al principio, aunque aprendí mucho y guardo un buen recuerdo.

¿Qué fue lo más sorprendente que viste en estos 8 años de viaje?

Tal vez no va ser la respuesta que se espera… Lo más sorprendente es mi cambio de visión del mundo. Al principio, partí con simplicidad, sin hacerme una idea verdadera de lo que iba a pasar. Poco a poco, el puzzle del mundo se revela más claro en mi cabeza. Este recorrido caminando me contestará muchas preguntas.

¿Una anécdota?

En Sudáfrica, fui recibido por la policía, que amablemente me dieron una celda donde poder pasar la noche. El problema fue que, a la mañana siguiente, se olvidaron de mí. Empecé a gritar: “Hola, soy un canadiense que camina el mundo, no soy un prisionero, por favor vengan a abrir la puerta”. Al fin, con el otro prisionero estábamos gritando muy fuerte. Tal vez pensaban que tenían un prisionero loco. Después de dos horas, vino un policía para ver lo que pasaba. Finalmente, todo se arregló.

Jean en Alemania. (clickear en la imagen para agrandarla)¿Qué es lo que más extrañas de tu hogar?

Los desayunos con un buen café con Luce, en los que hablamos mucho sobre varios tema. También, la presencia de mis hijos y de mis nietas.

¿Y qué es lo que vas a extrañar más del viaje cuando llegue el momento de regresar?

Quizás la parte de “aventura instructiva” y la manera de viajar a pie también. Además, el contacto simple con otra gente y niños del mundo en el corazón de sus vidas.

Te encontraste con tu familia en algunas etapas del viaje. ¿Cómo fue ese reencuentro? ¿Para cuándo está planeado el próximo y cuán ansioso estás frente a él?

Cada invierno, Luce viene encontrarse conmigo durante unas tres semanas. Thomas-Eric, mi hijo, vino tres veces caminar conmigo, es mi mejor compañero caminando. Y hemos tenido la gran alegría de tener el apoyo de un francés, que nos regaló dos boletos de avión para que Elisa-Jane, mi hija, y mi nieta Laury pudieran venir a saludarme mientras estaba en Alemania. Fue un indescriptible momento. Si todo sale bien, me faltan sólo dos encuentros con Luce. El último será en tierra canadiense, en Vancouver, ocho meses antes de la famosa llegada.

Un alto en el camino. (clickear en la imagen para agrandarla)¿Cómo imaginas que será el día en que vuelvas a ver tu casa, tu jardín… ¡y tu cama!?

Recuerdo que, antes de partir, miré el interior de la casa y sus cosas, me miré también en el espejo y dije: “Hombre, tu cara va cambiar al regreso, tal vez tu corazón también”. Ese momento va ser tan grande y tan especial al compartirlo con mi familia que no sé hasta dónde podrán llegar las emociones.

Durante el viaje, ¿tuviste miedo?

Sí, al principio, en zonas de bandidos. También en África, en lugares donde hay animales salvajes.

¿Lloraste?

Sí, en zonas desérticas y en África. Creo que fue una mezcla de cansancio con paisajes bellísimos, gente buenísima y falta de mi familia.

 Jean en el Desierto de Atacama. (clickear en la imagen para agrandarla)¿Reíste?

Sí, al ver cómo mujeres, hombres y niños miran con asombro y con los ojos tan grandes como si estuvieran hipnotizados a un caminante que vino de tan lejos que ni siquiera lo pueden imaginar.

¿Cambiaste a lo largo del viaje? ¿Eres el mismo Jean que partió de Canadá o una persona diferente?

Creo que soy el mismo hombre simple que antes de partir. Lo que cambió es mi abertura de espíritu, mi visión del mundo, del ser humano, que tengo el gran privilegio se observar desde una gran variedad de punto de vista.

Sabemos que llevas un diario de ruta. ¿Cuántas páginas has escrito? ¿Vas a editarlo al final de la travesía?

No sé la cantidad de documentos que envié a casa: diarios, fotos, notas, correos electrónicos, grabaciones… He perdido la cuenta. Sé que Luce está muy ocupada en clasificarlos. Y, sí, nos gustaríamos compartir la experiencia en algunas publicaciones.

Si querés conocer más sobre Jean y su viaje: www.wwwalk.org.

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