Viernes 29 de Marzo de 2024

Logo
11 de julio de 2014
(662 votos)

¿Turista o viajero?

"Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas" Henry Miller.
¿Turista o viajero?

Por Guadalupe Araoz
Habiendo viajado como turista, mochilera y como muchos de los demás grises intermedios, he escuchado diversas opiniones sobre la diferencia entre turista y viajero, que tanta controversia ha originado. Turista es un término que nadie pareciera querer adjudicárselo. Pero, ¿es realmente tan malo?
Según la real Academia Española, se trata de una persona que viaja por placer. En cambio, viajero, hace alusión sólo a quien se traslada de una parte a otra por aire, mar o tierra. No habla de viajar con bajos costos, ni fuera del ámbito de las excursiones armadas. El turista es viajero según la definición del diccionario. Pero si desmembramos un poco más la palabra, viajero abarca mucho más que turista. No es sólo quien viaja por placer, sino que puede tener muchas otras razones para hacerlo. Por ejemplo, el término contiene también al marinero que viaja por trabajo, al mochilero que busca un reencuentro consigo mismo, al antropólogo, al médico y a cualquiera que cambie de locación de forma periódica. Mientras lo esté haciendo, puede autodefinirse como viajero. Así y todo, el término se desvirtuó, y llegó a tener hasta un poco de misticismo adjudicado. Creo que muchos estarán de acuerdo en que el significado de una palabra lo establece, no tanto el diccionario, sino los puntos de encuentro en el lunfardo corriente y la vida diaria. El lenguaje está vivo, y nace, muere o muta, gracias a nosotros. Por ello dejaré de lado la estricta definición de diccionario para entrar en el ámbito de lo desconocido, de una palabra viva que se modifica con el paso del tiempo y del portador. Para hacerlo, utilizaré todas aquellas definiciones que escuche en mi viaje, e intentaré encontrar los puntos comunes, dejando de lado las ideas basadas en prejuicios, en querer sentirse diferente, el miedo a lo disímil y el querer sonar interesante.
Después de un año viajando por Asia con la mochila a cuestas, puedo decir que ello no me define como viajera. Tampoco viajar a tiempo completo sin saber cuándo será mi regreso, la carencia de tours en mi itinerario, el dinero que gaste diariamente, el tipo de transporte que utilice, la falta de guía en mi mano, los hostales de poca monta, dormir en estaciones de buses, tomarme o no un café en Starbucks una vez por semana, no ir a lugares turísticos, comer en lugares locales o no ir a pubs por las noches. Va mucho más allá. Podés viajar con un presupuesto altísimo y grandes lujos, siendo viajero. Incluso podés serlo viajando sólo un par de semanas, o sin cruzar las fronteras de tu ciudad en lo absoluto. Y aún más, uno puede ser viajero e ir a sitios como Cancún, la torre Eiffel o Disney.
Entonces, ¿en qué se diferencia? La forma de ver e interactuar con el mundo, de viajar internamente, el por qué se viaja y cómo se cambia al viajar. El turista intenta escapar, tener vacaciones de aquello que hace quedándose en casa; de la mujer, la oficina, la madre acosadora que no para de llamarlo, las mismas aburridas cuatro paredes de siempre, su vida invariable o el gato que lo hace caer a cada paso. Sabe exactamente por qué y para qué eligió un lugar, tiene un objetivo claro y generalmente se deja sugestionar por la lista de cosas que debe ver o hacer en ese destino. Esto a veces sucede porque se conoce menos, y le da una oportunidad a aquello que le aburrirá pero que le servirá para decirse: “estuve en… y vi…”, pero no siempre. Cuando deciden recorrer la ciudad, suelen hacerlo desde una posición rígida, mirando al mundo desde lo que creen correcto.Frecuentemente se ponen sus propias gafas culturales, y muchas veces colonizan con su imperialismo cultural o con su religión. Generalmente se ve en cosas muy sutiles, como en su desaprobación a costumbres locales o comentarios que lanzan, a veces, con buena intención.Así, cuando vuelven de China, por ejemplo, se los suele escuchar decir todo tipo de adjetivos calificativos sobre el hecho de que allá se escupe al suelo todo el tiempo. No notaron que es todo cuestión de tradiciones. Después de todo, según las costumbres asiáticas, entrar con zapatos o poner los pies sobre la mesa ratona mientras se mira televisión, es inaceptable. Pero en occidente, resulta bastante habitual.
Internamente, el turista no tendrá un gran cambio ni se conocerá más por viajar. El resultado final de sus vacaciones, con suerte, serán tildes en su lista de lugares que conocer, o unos días de relajación para olvidarse de los problemas de la vida real. Descansará y conocerá un lugar en el que alguna vez se imaginó retratado en una foto. Después de todo, para eso fue. Volverá cargado de opiniones, sin darse cuenta que jamás vivenció el lugar.
En cambio, para el viajero, el viaje es la vida real. No es un periodo para descansar, sino para explorar, aprender y sorprenderse. Suele ir con la idea de que algo específico le gustará, pero sin saber demasiado lo que le espera, y eso es lo que lo entusiasma. No se quedará junto a la torre Eiffel, ni querrá subir si realmente no le interesa. Quizás hasta se pierda conocerla por extraviarse entre callejones, y vivenciar el vaivén de la vida cotidiana que lo rodea. Vive intensamente el momento, pero de forma consciente. No deja escapar nada de lo que sucede a su alrededor. Observa, analiza, compara con sus viejas creencias, las cambia o no, y aprende. Aprende tanto del mundo exterior como de si mismo. Sabe hasta dónde puede llegar, qué le gusta y qué no. Y cuando no lo sabe, lo admite. Pone su mundo en duda frente a cada paso y quiebra sus propios prejuicios. Los tiene pero los enfrenta, aprende, cambia. No da nada por sentado. Sabe bien que su forma de hacer las cosas, y sus creencias, pueden no ser ciertas. El viajero acepta lo que ve, y se pregunta el por qué de las diferencias. Raramente se permite decir: “esto está mal”, sin pensar si tiene validez dentro de la cultura en la que se encuentra. Intenta aprender los usos y costumbres, el lenguaje y la forma de pensar de los habitantes. Ni bien tiene oportunidad, pregunta las dudas que le surgieron. Observa como un niño que poco sabe y todo lo sorprende. Observa y vive.
El viajero en el viaje se encuentra, no se escapa, sale a buscarse. Su mente abierta, sus ganas de experimentar y su forma de involucrarse con la gente y los lugares, lo definen. Un viajero no explora sólo paisajes, explora culturas; y sobre todo, se explora a sí mismo. A veces sale en busca de responder la pregunta que todos nos hacemos: ¿Quién soy? Para terminar respondiéndose quién quiere ser, e ir en busca de ello. Porque viajar te fortalece y te enseña que la acción contiene el futuro que uno quiere.
También existe una diferencia en la forma de movilizarse. El turista viaja para llegar a un lugar determinado; su destino es su objetivo. La parte de tomar el avión, el tren, el bus, o caminar hasta allá, no es más que un medio para llegar a un fin. Para el viajero es distinto. Puede tener planeado querer llegar a un determinado punto, pero él vive el día a día, viaja por viajar. Ese viaje en bus con 10 gallos cantando, el señor de al lado fumando, la niña que le sonríe entre los asientos y la mamá que le convida un poco de comida; el señor ruso del avión que resultó ser marinero y le contó historias de sirenas en mares encantados; la vez que se perdió un poco a propósito entre las calles de Tel Aviv o la espera interminable para el siguiente bus, lo llenan. Todo es tan importante como llegar. Cada lugar, cada paso que da, es un punto de partida que despliega infinitas posibilidades, que le hacen sonreír y salir en busca de lo que vaya a suceder.
Cualquiera puede ser turista, incluso el viajero. Cómo se forma un viajero, es otra historia; una que sólo la vida puede contar.
Me gustaría leer sus opiniones. 

Comentá esta nota en Facebook
Envianos un comentario sobre esta nota
Demuestre que no es un robot!