Por Verónica Luna
Un mapa desplegado muestra un mundo pequeño, alcanzable. Las distancias se desdibujan entre un punto y otro. Imaginariamente se traza en una línea recta, una ruta. Parece simple. Es el inicio de un proyecto que empieza a cobrar forma, un sueño que se construye, un deseo que se deja fluir.
El plan de unir la Patagonia y Alaska es bien ambicioso. No se trata sólo de dos puntos en un mapa, sino de dos puntos bien extremos de un continente. Atravesar geografías diferentes, diversos climas, costumbres, tradiciones y abrazarse al calor de su gente. Superar obstáculos, enfrentar las inseguridades, decirle adiós a los miedos. Son miles de kilómetros de experiencias inimaginables.
Lucas Cárdenas y Florencia Bratovich son una joven pareja de argentinos que un día decidió ponerse en movimiento para concretar el anhelo de viajar por una fracción del mundo. Con el objetivo de salir a mirar cara a cara al continente, se animaron a dar el primer paso. En realidad, se trató de andar el primer kilómetro. La travesía se desarrolló a bordo de una limousine Cadillac 1989. Si el proyecto para algunos era una locura, pues lo sería sin límites.
En el recorrido por todo el continente, para estos chicos quedó demostrado que cuando se trata de conseguir un sueño, los límites no existen. Así fue como denominaron a su proyecto América sin límites. Y realmente no los tuvo. Luego de dos años en la ruta, llegaron a concretar su sueño.
La limousine le dio un toque de glamour al viaje. Pero también de excentricidad. Un vehículo utilizado para fiestas y eventos, de pronto se vio desafiando sus propios límites. Sus 7, 15 metros de largo y sus casi 3 toneladas de peso se dejaron ver por desiertos, salares, ciudades, pueblos rurales, montañas, llanuras, cruzaron puentes y fronteras. Como si viajar por América no fuera un desafío, hacerlo en una limousine tenía un plus de adrenalina.
Lejos de las formalidades de los eventos de lujo, la limousine se convirtió en una especie particular de casa rodante. Su interior fue acondicionado teniendo en cuenta las exigencias del viaje. Como si se tratara de un departamento dos ambientes ambulantes, fue dotada de cama de dos plazas y cocina. Fue hogar, refugio, medio de transporte. Definitivamente la limo fue una parte importante de la operación "cumplamos el sueño de dos jóvenes viajeros".
Gracias a la limousine participaron de encuentros de autos, y también pusieron a prueba su ingenio para seguir adelante cuando el vehículo parecía encapricharse en quedarse en el camino. Sin dudas, la experiencia inolvidable de pasar 3 días y noches en el salar de Uyuni es algo que pocos pueden atesorar. No fue la única anécdota. En Perú fueron seguidos por la policía que buscaba un vehículo similar. Las historias que vivieron se convirtieron en un enorme anecdotario de vivencias por compartir. Algunas de ellas las relataron en el diario de viaje que llevaron en forma virtual a través de un blog y también en el registro audiovisual.
El viaje iniciado en 2012 había comenzado mucho antes, con una idea latente que fue germinando con las ganas abonando el deseo de hacerlo realidad. Lo más difícil, sin dudas, fue comenzar. Recorrer el primer kilómetro, hacerse a la idea de estar yendo hacia la materialización de un sueño. Entender que el destino final estaba en sus propias manos. Las apuestas de amigos y familiares aseguraban que el propósito era una utopía y que la aventura finalizaría más temprano que tarde, aún sin salir de los límites de su propia provincia. Pero una vez en el camino, todo comenzó a acomodarse solo. Así fue como al cabo de 845 días, cruzaron la meta en junio de 2014. El periplo se desarrolló a lo largo de 17 países, que significaron una ruta trazada a través de 50 mil kilómetros.
Sumergirse en la aventura era una empresa que requería financiación. Los medios económicos eran el pasaporte para alcanzar la siguiente posta. Recurrieron a sponsors y a su propia autogestión. Generaron sus recursos en el mismo viaje y provistos por el propio viaje: fotografías, artículos periodísticos para distintos medios, y un libro en el que contaron rus experiencias y que ofrecieron en puestos callejeros, plazas y ferias.
Un viaje por todo el continente americano es el sueño de muchos. Pero no todos se animan a intentarlo. Aquellos que sí lo intentan, acaso sean víctimas de una locura sin límites. Florencia y Lucas tenían un norte claro: Alaska. Concretaron ese sueño a lo largo de muchos kilómetros y más de dos años de viaje. La razón, una sola: ser felices. Para ellos América no tuvo límites. Y parece que la felicidad tampoco.
¿Alguna vez hiciste un viaje como este? Compartí aquí tu experiencia.
Más información: https://americasinlimitesblog.wordpress.com/
Fotos: americasinlimites.tv
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