Por Verónica Luna
Imposible es imaginar un viaje a través del tiempo y las costumbres… y no hacerlo realidad. Como si se tratara de un film de ciencia ficción de esos en los que se entra y se sale del futuro con solo subirse a una nave, las travesías en camello a través del desierto tienen algo de esa mística.
Utilizados desde antaño para el transporte de incienso, lanas y otras mercancías, los camellos conquistaron el imaginario popular como vehículo prioritario para trasladarse a través del desierto. Fueron el medio utilizado por los Reyes Magos para llegar hasta el pesebre donde se encontraba el Niño Jesús y eso los dota también de cierto carácter mágico. Sus nobles características lo convierten en un compañero ideal para desplazarse por las inmensas extensiones de arena. Pueden resistir altas temperaturas y pasar varios días sin ingerir agua ni alimento y sirven como refugio cuando se necesita un poco de sombra. Un viaje por el desierto no puede ser realizado de otra manera que no sea en camello.
Soñadores en búsqueda de la aventura pueden concretar la fantasía como si fueran beduinos con destino errante a través del océano de arena. El Sahara es el desierto más grande del mundo. Atraviesa el continente africano en su parte norte desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. Abordar parte de ese gigante cálido es un desafío único.
La región de las grandes dunas, en Marruecos, es un lugar fantástico para realizar el safari por el Sahara. Las montañas de arena pueden alcanzar los 50 metros de altura y cruzan de norte a sur la aldea de Merzouga, límite oeste del desierto, en la frontera entre Marruecos y Argelia. La propuesta consiste en recorrer un trayecto del desierto a lomo de camello como lo hacen los típicos habitantes del lugar, compartir la experiencia de permanecer en un oasis y llevarse un cúmulo de recuerdos inolvidables.
Las opciones son variadas. Desde pasar sólo unas horas hasta realizar una estadía de varios días. Se puede iniciar la travesía a la madrugada y dejarse sorprender por la salida del sol al amanecer en la cima de la duna más alta. O, por el contrario, sumergirse en las arenas por la tarde y esperar a que el ocaso atrape a los expedicionarios con su brillo dorado en las dunas de Erg Chebbi. También se puede optar por explorar el desierto en las horas oscuras, dejarse invadir por el silencio y pasar la noche bajo un cielo estrellado. O se puede hacer todo eso junto en un recorrido de uno, dos, tres o más días.
El desierto, inmenso, parece no tener fin. El camino se dibuja detrás de cada paso y el viento se encarga de borrar sus huellas. El andar lento y cansino de los camellos puede resultar agotador para quienes no estén habituados a su ritmo. Como una isla en medio de un océano, el oasis se despliega como un espejismo frente a los ojos del viajante. Refugio indispensable para recuperarse del cansancio y compartir con los bereberes una comida, sus tradiciones y costumbres mientras se escucha el sonar de los tambores.
La experiencia de vivir el desierto como si se tratara de una fantasía relatada en un cuento puede hacerse realidad, preferentemente entre los meses de febrero y agosto. Contratar una excursión y lanzarse a la aventura hace que el peregrinaje por el desierto sea un viaje imposible. Imposible de perder.
¿Alguna vez viajaste en camello por el desierto del Sahara? Compartí aquí tu experiencia.
Para más información, enviar mail a revedudesert@gmail.com
Ver Merzouga, Marruecos en un mapa más grande |
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