Vendimos el auto, alquilamos el departamento, renunciamos a la seguridad de nuestros empleos, dimos de baja los celulares, la obra social, las cuentas en el banco y nos fuimos a descubrir el mundo a través de su gente. Decimos “a través de su gente” porque siempre tratamos de alojarnos en casa de locales (por la red de viajeros couchsurfing), de viajar en los buses que usan ellos y de compartir su cotidianeidad.
Cuando me preguntan ¿vos qué sos? Suelo tener dos respuestas (o una dividida en dos partes). Estudié geografía social y periodismo, pero amo viajar, escribir y sacar fotos. ¿Eso me convierte en viajera, escritora y fotógrafa? No lo sé, pero me gusta definirme así. Pero yo no estoy sola en esta aventura. Me acompaña Dino, que si bien formalmente es “mi marido”, prefiero dejar esas clasificaciones para los papeles y decir que es mi compañero de ruta y de vida. En realidad, no sé si él me acompaña a mí o yo lo acompaño a él. Me parece que la balanza se inclina hacia la segunda opción, ya que su sueño, desde chico, fue “viajar sin fecha de retorno” (su eterna definición de libertad). Dino es ingeniero en sistemas, pero además es mago. Por esto último decidimos que la magia nos iba a acompañar en nuestro camino, y así fue que nuestro blog se llama Magia en el Camino.
No sólo pensamos en la magia del viaje y de lo que íbamos a descubrir, sino también en la magia como un sustento: cambiábamos noches de hotel por shows de magia, pasábamos la gorra y buscábamos algunas fiestas privadas.
Con los sentidos bien abiertos, mucha magia, ganas e ilusión recorrimos algunos países de Europa, como Holanda, Polonia y los Países Bálticos, y varios países de Asia, como Rusia (transiberiano), Mongolia, China, Laos, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia, Singapur, Sri Lanka e India.
Los últimos cinco meses
Cuando estábamos por regresar a casa (en Buenos Aires) decidimos hacerlo de otra manera. Sentíamos que nos faltaba algo, que no podíamos regresar a casa como si nada hubiera pasado. Por eso, decidimos volver recorriendo el camino "a dedo", desde Venezuela hasta Argentina, y presentando un proyecto educativo y mágico.
Así es que desde que llegamos a América (el 8 de mayo de 2011) dejamos de lado el "chip" de turistas o viajeros y pusimos todas nuestras energías en el proyecto. Viajar a dedo o autostop le imprimió un condimento adicional a la aventura. Yo digo que los camioneros son como los taxistas de las rutas. Hablan mucho, te cuentan historias, te dan su opinión sobre los problemas políticos y sociales de su país y te “pintan” la realidad como pocos saben hacerlo. Siempre nos peguntan si tuvimos algún problema con esta modalidad de viaje, y siempre respondemos lo mismo: fue una de las mejores decisiones que pudimos tomar. Por suerte, como siempre dice Dino, “los buenos son mucho más que los malos, pero los malos tienen más prensa”, así que siempre tuvimos buenas experiencias. Casi todas las personas que nos “levantaron” nos invitaban a desayunar, almorzar o cenar (según el momento del día) y se preocupaban por nuestra llegada segura a destino.
El proyecto consiste en visitar escuelas, universidades, ong y demás organizaciones para hacer una charla-debate con fotos y anécdotas del viaje y, de esta manera, tratar de dejar nuestro granito de arena sobre el tema de la falta de tolerancia en el mundo, la discriminación y la necesidad de cuidar el ambiente. Pero, de acuerdo con la edad de los receptores, conversamos también otros temas, como la ciudadanía, la paternidad y el consumo responsables. La idea principal es dar a conocer otras costumbres y culturas y mostrar que no son peores ni mejores que las nuestras, sino que son diferentes, pero que esas diferencias no nos hacen diferentes como personas, sino que en ese sentido todos somos iguales.
También, tenemos la intención de lograr un “cementerio de casetes”, como nos dijo una señora venezolana. ¿Qué es esto? Lograr enterrar esas frases que nos inculcan desde chicos y que muchas veces repetimos sin pensar en el daño que pueden hacerle al otro o en lo falsas que son.
Además, insistimos en la posibilidad de cumplir los sueños, de que uno puede intentar hacer lo que realmente quiere. Lo más difícil es dar el primer paso, pero después las cosas se van acomodando.
¿Cuáles son tus sueños? ¡Animate a cumplirlos! No importa que no puedas alcanzarlos, pero por lo menos intentalo. Como dice Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió”.
Para finalizar, terminamos las presentaciones con un show de magia para no perder la esencia de todo el viaje: la magia en el camino.
Sería imposible escribir en pocas palabras todas las sensaciones que vivimos en más de un año y medio de viaje. Pero les comparto un fragmento del post que Dino tituló “Discépolo tenía razón” y los invito a que lo lean completo en el blog. Es un poco el resumen de lo vivido, aunque sería imposible escribirlo todo en un post.
“Dormir en un ger con carne colgada del techo, en Mongolia, y en un departamento alto lujo en Kuala Lumpur. Pretender que nos cambien las sábanas húmedas y sucias en un hostal en Kandy y arrepentirme al ver a la dueña del lugar durmiendo en el piso de la cocina tapada con un trapo.
Comer con la mano, con los palitos, con cubiertos de plata, sentados en el piso, en butacas pequeñas o parados en la calle. Que te inviten a comer carne de oveja, recién muerta y descuartizada delante de tus ojos, en la estepa mongola, y que te lleven a un restaurante de lujo en Chengdú.
Cubrirnos la boca y llegar con la ropa negra del smog en Hanoi y respirar el aire más puro en la isla Olkhon, Rusia, o en Nong Khiaw, Laos. Escuchar el más bello de los saludos de boca de una nena laosiana y grabar un surco en mi cerebro con la risa de un niño venezolano cuando se produce un efecto mágico. Recibir dinero de un chino atónito y feliz en un show y ver a una mujer en Colombia persignarse cuando me ve porque cree que tengo poderes sobrenaturales. Hacer magia para los médicos de un neuropsiquiátrico en Estambul y para los chiquitos internados en el Cardioinfantil de Bogotá. Sacarle una foto a unas chicas musulmanas bañándose vestidas en el mar, en Malasia, y aceptar que nos saquen fotos a nosotros en Datong, China. Sentir que las fuerzas te abandonan subiendo el Adam’s Peak, en Sri Lanka, y recuperándolas al ver personas de 80 años haciendo lo mismo.
Por Aldana Chiodi – viaje@magiaenelcamino.com.ar
El MCBA inauguro su programacion 2022 con una retrospectiva de Claude ...
La revolución de los viajes: qué priorizan los argentinos y el resto...
Sky comienza a volar a Santiago desde Aeroparque J Newbery...
Sky comenzara a volar en Diciembre entre Buenos Aires y Lima...
Lufthansa Group nombra a Felipe Bonifatti Director para América del S...