“Torre de los árabes” –tal el significado de Burj al-Arab– es, sin dudas, el lugar soñado por cualquier viajero del mundo: 321 metros de altura (metraje que lo convierte en un edificio más alto aún que la Torre Eiffel) enclavados en una isla artificial ubicada a 300 metros de la playa, 202 suites de dos pisos cada una (que miden desde 170 m2 hasta 780 m2), salas de cine privada, jacuzzis varios, camas giratorias, teléfonos, televisores de plasma de por lo menos 42 pulgadas, ascensores privados, helipuerto propio (recordado porque fue el lugar elegido por André Agassi y Roger Federer para disputar un partido de tenis en las alturas), siete restaurantes (uno de ellos submarino y otro suspendido en el aire), mayordomos, Internet, computadoras portátiles, canchas de golf, spa, piscinas, gimnasio, parque acuático, servicio de Rolls Royce para sus huéspedes… Y la lista sigue.
Con habitaciones y restaurantes realizados en forma íntegra en granito azul bahía de Brasil, pisos y paredes de mármol de Carrara, mármol de Statutario en su recepción (¡sí, el mismo que utilizó Miguel Ángel en sus esculturas!), mosaicos árabes, piedras preciosas del norte de Italia y láminas de oro de 22 kilates de la India que revisten techos y columnas, le dieron a este hotel sus siete estrellas, transformándolo así en el único hospedaje en todo el mundo de esa categoría.
A sólo 17 km al sur de Dubai, el Burj al-Arab se erige sobre una isla artificial cuya única conexión con tierra firme es una carretera; autopista que miles de turistas transitaron desde 1999, año en que este hotel (cuya construcción comenzó en 1994) abrió sus puertas. Su fachada de vela de barco, pensada para que su sombra no cubra la playa, resguarda 142 habitaciones de lujo, 18 suites panorámicas, 4 suites club, 28 suites dobles, 6 suites de tres camas, 2 presidenciales y 2 suites reales.
Para los amantes del buen comer, el complejo posee siete restaurantes entre los que se destaca el Al Mahara, un comedor submarino donde los huéspedes pueden degustar las más variadas exquisiteces marinas rodeados de corales, tiburones y todo tipo de peces. Otro de los restaurantes del hotel es el Al Muntaha, un increíble salón para 140 comensales que aparenta estar suspendido en el aire, cerca de las estrellas, a 200 metros de altura, desde donde se puede apreciar una incomparable panorámica de la ciudad. Quienes deseen comer en este lugar pueden subirse al elevador que asciende a razón de seis metros por segundo y, una vez allí, saborear las delicias de su menú mediterráneo.
El Iwan Sea View Restaurant (con vista al mar), Bab Al Yam (un café que provee comida más informal, también con vista marina), Majlis Al Bahar (complejo playero) y Sahn Eddar (ideal para el café matutino o un rico té por la tarde) son otras de las ofertas gastronómicas de este completísimo hotel.
En tanto, los fanáticos de los deportes también tienen sus rincones: canchas de golf, tenis y piscinas donde se pueden practicar desde Windsurf y Water Ski hasta Snorkell y Kayak son sólo algunas de las incontables opciones. Por supuesto, la pesca de mar profunda también está incluida entre las actividades recreativas del lugar.
Y para quienes busquen aislarse del vértigo de los tiempos modernos pueden sumergirse en el piso 18 del edificio, donde funciona el Assawan Spa, que además de brindar los típicos servicios para el bienestar físico y mental, deleita con su inigualable vista.
Estos y muchos otros detalles (como una asombrosa catarata que combina 20 mil litros de agua con la magia del fuego) hacen de este hotel un lugar imperdible y casi el paso obligado de cualquier turista que, claro está, disponga del dinero suficiente para mimarse a lo grande.
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