Por Rodrigo Carretero
En su afán de estar más cerca, de sentir su presencia etérea alrededor del alma, de saberse digno del paraíso, de sentarse a su derecha, el cristiano en general y en cada una de sus diferentes visiones, católicos, ortodoxos, protestantes, han ido, a lo largo del tiempo, edificando templos en lugares donde pareciera que ni siquiera Dios quisiese una casa.
Subidos a un trineo imaginario, el primer destino es la primogenía historia misma del judeo cristianismo. El Monte Sinaí, en el extremo sur de la famosa península homónima. Allí situado en la boca de un cañón de difícil acceso y construido donde la tradición supone que Moisés vio la «zarza que ardía sin consumirse», se levanta el Monasterio de Santa Catalina. Hoy pertenece a la Iglesia ortodoxa de Jerusalén, pero fue construido por los bizantinos, bajo las órdenes del Emperador Constantino I entre los años 527 y 565. Entre sus tesoros y patrimonio guarda en el interior de sus paredes la “zarza original”, aquella que habló a Moisés, un documento firmado por el propio Mahoma, dando su protección, lo que explica que no fuera destruido por los musulmanes y la biblioteca que guarda la segunda colección más extensa de códices y manuscritos del mundo, sólo superada por la Biblioteca Vaticana. En el complejo se encuentran obras de arte únicas, mosaicos, iconos rusos y griegos, pinturas encáusticas, ornamentos religiosos, cálices y relicarios. La planta arquitectónica permanece casi inalterada desde sus inicios, la misma puerta de madera sigue dando la bienvenida y aun permanecen los techos de madera con inscripciones originales. En 2002 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Émulos de un Papa Noel sin regalos, seguimos el viaje hacia continente europeo. Francia, Italia, Grecia y más allá, ostentan iglesias y monasterios en lugares imposibles. La mayoría de ellos fueron levantados durante el Medioevo y hoy recorrerlos es un circuito temático que atrae miles turistas. Quizás el más conocido sea el Monasterio Sacra di San Michele, erigido en la cima del monte Pirchiriano. Por entre sus pasillos y secretos pasadizos deambula la muerte que se esmera en mantener en secreto los libros prohibidos que atesora su centenaria biblioteca, colmada de incunables. Sí, allí transcurre “El nombre de la Rosa” de Umberto Eco, novela que le dio fama mundial al lugar.
La construcción de estos lugares de oración y contemplación divina en la cimas de montes, obedece a esa perpetua ansia de estar más cerca de Dios durante los años de nuestra vida terrena y, por otro lado, enterrar el pasado, ya que se levantan donde otrora se hallaban los templos de las religiones paganas. Otro ejemplo de ello en Montecasino. La Abadía lleva en sus muros la tristeza de saqueos y destrucciones continuas. Desde los godos hasta los bombardeos aliados en la II Guerra Mundial, provocaron muerte y destrucción, convirtiendo a Montecasino en todo un símbolo. En Grecia, dos monasterios permanecen desafiantes a la razón, la humanas y la física de la gravedad. Ellos son Panagia Hozoviotissa, al noroeste de Chora, y que data de principios del segundo milenio. Puede ser visitado en horas de la mañana, cuando los 3 monjes que allí viven abren las puertas a los turistas y peregrinos. El otro es el Monasterio de Simonopetra o Simonos Petra. El edificio se adaptó perfectamente al terreno escarpado que caracteriza a la costa sur de la península griega, haciendo que quede casi colgando de un acantilado a 330 metros sobre el nivel del mar. Siguiendo hacia el este, ya en Asia, en la República de Georgia, el asombro casi no da respiro al ver la estructura de iglesia llamada "el Pilar Katskhi". Enclavada en lo alto de un peñón, se estima que fue construida durante el siglo VI u VIII y sobre lo que se trataría un antiguo templo pagano. Ascendiendo por la “la escalera al cielo”, se accede al lugar. Allí monjes gregorianos van a meditar y realizar retiros espirituales.
Más allá de las construcciones de piedra, la más curiosa y la que escapa a los convencionalismos es Chêne Chapelle (“Capilla de Roble"), situada en Allouville-Bellefosse en Seine-Maritime , Francia. En un momento dado de su larga vida, un rayo hizo mella en su copa. El fuego fue carcomiendo el interior lentamente, haciendo del árbol, una especie de tea gigante. El abad local de Du Detroit y el cura del pueblo afirmaron que la llamativa iluminación era una llamada santa y decidieron establecer un lugar de peregrinación. Pasaron los años y en el interior ahuecado del tronco se construyeron dos capillitas y la escalera necesaria. Las capillas se llaman Notre Dame de la Paix (Nuestra Señora de la Paz) y la Chambre de l'Ermite (habitación del ermitaño). Durante la Revolución Francesa, el árbol se convirtió en un emblema del antiguo sistema de gobierno y la tiranía, y una multitud descendió sobre el pueblo con la intención de quemarlo, pero las sabias palabras del párroco lograron salvar al viejo roble. Tan viejo dicen que es que la leyenda sostiene que Guillermo el Conquistador dijo oraciones en su base antes de ir a la guerra con los anglo-sajones. Esto sucedió alrededor del siglo X. Lo cierto es que es considerado el roble más antiguo de Francia y está declarado monumento histórico desde 1932. Hoy en día, se han tomado recaudos para evitar la caída del tronco ya muerto, pero el alma del viejo árbol permanece en pie, como mudo testigo de su longevo transcurrir.
Capillas, monasterios, acantilados, árboles, realmente no importa donde, o como. Todo se conjuga de manera ideal para que el cierre de esta nota sirva a la vez como un deseo, un gran deseo para todos nuestros lectores de una muy buena navidad y próspero año nuevo que nos encuentre con viajes, destinos y lugares para seguir descubriendo juntos.
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